Cibeles
era el nombre latino de una diosa nativa de Frigia, en Asia Menor.
Era una diosa de la naturaleza y de la fertilidad venerada en Roma como
la Gran Madre, un poder muy antiguo y extensamente adorado,
tierno y amoroso, cuya fecundidad es inagotable, comparable, en mayor medida,
con la fertilidad de una mujer.
Cibeles surgió
originariamente del suelo, y era
bisexual; fue amamantada por panteras y otros animales salvajes, hasta que finalmente fue hallada
por el pastor Meon y su esposa Dindime, quienes la criaron como si se tratase
de su propia hija. Viendo la condición hermafrodita de Cibeles, Meon y Dindime
invocaron a los dioses, y éstos, con método quirúrgico, la redujeron a la
condición de hembra. De la parte cortada nació un almendro de extraordinaria
belleza; Nana, hija del río Sangario, tomó una flor y se la puso en medio de
los pechos; la flor desapareció, y Nana se encontró con que había quedado
encinta. Así nació Atis, pero al ser fue abandonado por su madre, un macho
cabrío se las arregló para cuidar de él. Cibeles amó a Atis, y era en extremo
celosa; mientras Atis estaba preparándose para casarse con una ninfa del Sangario,
de la cual se había enamorado, Cibeles lo enloqueció, y entonces él se castró y
murió desangrado. La diosa se arrepintió de su crueldad, y Zeus, accediendo a
su ruego, hizo que el cuerpo de Atis jamás decayese, y que el dedo meñique
continuara moviéndose y sus cabellos creciendo. En homenaje a Atis, Cibeles
estableció un grupo de sacerdotes eunucos, los coribantes
("giradores"), que descendían de Coribante, hijo, sin padre, de
Perséfone; los coribantes conducían a los adoradores de la diosa en ritos
orgiásticos acompañados por gritos salvajes y una frenética música de flautas, tambores y címbalos.
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